1. El principio del servicio: Todo lo que hacemos es para Dios El creyente debe entender que su vida entera es un acto de adoración. 1 Corintios 10:31: “Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios.” No hay tarea pequeña ni insignificante cuando se hace para el Señor.
2. La actitud correcta: De corazón y con sinceridad Dios no solo mira lo que hacemos, sino cómo lo hacemos. Eclesiastés 9:10: “Todo lo que te viniere a la mano para hacer, hazlo según tus fuerzas.” El servicio a medias o con queja no agrada a Dios; Él pide entrega genuina.
3. La motivación verdadera: No para los hombres, sino para el Señor Muchas veces buscamos la aprobación humana, pero eso es pasajero. Gálatas 1:10: “Pues, ¿busco ahora el favor de los hombres, o el de Dios?” Cuando servimos al Señor, nuestra motivación permanece firme, aunque otros no lo reconozcan.
4. La recompensa asegurada: Dios mismo nos premiará El servicio fiel nunca queda sin fruto. Colosenses 3:24: “Sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís.” Dios recompensa la fidelidad y el corazón dispuesto.
Conclusión
Colosenses 3:23 nos llama a vivir y servir con excelencia, no para impresionar a los hombres, sino para honrar al Señor. Toda acción, desde la más sencilla hasta la más grande, puede ser un acto de adoración si se hace con amor y entrega. Recordemos que servimos a Cristo y que en Él está nuestra verdadera recompensa.

