Ciudadanos del Reino de Dios

Efesios 2:19 “Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios.”

Introducción

El apóstol Pablo recuerda a los creyentes en Éfeso la maravillosa realidad de su nueva identidad en Cristo. Ya no están lejos de Dios, sino que ahora forman parte de Su pueblo, Su casa y Su reino. Este pasaje revela el cambio radical que ocurre cuando alguien es reconciliado con Dios por medio de Jesucristo.


1. Antes éramos extranjeros y advenedizos Efesios 2:12 “En aquel tiempo estabais sin Cristo, alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo.”


  • El ser humano, por el pecado, vivía separado de Dios.


  • No teníamos comunión con Él ni acceso a sus promesas.


  • Estábamos espiritualmente desterrados del reino celestial.


Reconocer de dónde nos sacó Dios nos ayuda a valorar la gracia que hemos recibido.


2. Ahora somos conciudadanos del Reino Filipenses 3:20 “Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo.”


  • Cristo nos dio acceso a la ciudadanía celestial.


  • Ahora pertenecemos al Reino de Dios y tenemos derechos y responsabilidades como ciudadanos.


  • Vivimos bajo las leyes del amor, la justicia y la verdad del Evangelio.


Vivir como verdaderos ciudadanos del cielo implica reflejar el carácter de Cristo en la tierra.


3. Somos parte de la familia de Dios Juan 1:12 “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios.”


  • No solo somos ciudadanos, sino también hijos e hijas del Padre celestial.


  • En la familia de Dios hay amor, comunión y cuidado mutuo.


  • Dios nos adopta y nos da una nueva identidad espiritual.


Debemos vivir en unidad, amor fraternal y perdón, como verdaderos miembros de una familia divina.


4. Somos parte del edificio espiritual de Dios Efesios 2:21-22 “En quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor; en quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu.”


  • Cada creyente es una piedra viva en el templo espiritual de Dios.


  • Cristo es la piedra angular que sostiene toda la estructura.


  • Juntos formamos la morada del Espíritu Santo.


Nuestra vida debe reflejar santidad, unidad y propósito en la obra de Dios.


Conclusión


Antes estábamos lejos, pero ahora somos parte del pueblo, la familia y el templo de Dios. Efesios 2:19 nos recuerda que en Cristo hemos sido reconciliados, integrados y adoptados. Ya no somos extraños: somos ciudadanos del cielo y miembros de la familia divina. “Así que andemos como hijos de luz, dignos de nuestra nueva ciudadanía en Cristo Jesús.”