Introducción
El apóstol Pablo recuerda a los creyentes en Éfeso la maravillosa realidad de su nueva identidad en Cristo. Ya no están lejos de Dios, sino que ahora forman parte de Su pueblo, Su casa y Su reino. Este pasaje revela el cambio radical que ocurre cuando alguien es reconciliado con Dios por medio de Jesucristo.
1. Antes éramos extranjeros y advenedizos Efesios 2:12 “En aquel tiempo estabais sin Cristo, alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo.”
El ser humano, por el pecado, vivía separado de Dios.
No teníamos comunión con Él ni acceso a sus promesas.
Estábamos espiritualmente desterrados del reino celestial.
Reconocer de dónde nos sacó Dios nos ayuda a valorar la gracia que hemos recibido.
2. Ahora somos conciudadanos del Reino Filipenses 3:20 “Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo.”
Cristo nos dio acceso a la ciudadanía celestial.
Ahora pertenecemos al Reino de Dios y tenemos derechos y responsabilidades como ciudadanos.
Vivimos bajo las leyes del amor, la justicia y la verdad del Evangelio.
Vivir como verdaderos ciudadanos del cielo implica reflejar el carácter de Cristo en la tierra.
3. Somos parte de la familia de Dios Juan 1:12 “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios.”
No solo somos ciudadanos, sino también hijos e hijas del Padre celestial.
En la familia de Dios hay amor, comunión y cuidado mutuo.
Dios nos adopta y nos da una nueva identidad espiritual.
Debemos vivir en unidad, amor fraternal y perdón, como verdaderos miembros de una familia divina.
Cada creyente es una piedra viva en el templo espiritual de Dios.
Cristo es la piedra angular que sostiene toda la estructura.
Juntos formamos la morada del Espíritu Santo.
Nuestra vida debe reflejar santidad, unidad y propósito en la obra de Dios.
Conclusión
Antes estábamos lejos, pero ahora somos parte del pueblo, la familia y el templo de Dios. Efesios 2:19 nos recuerda que en Cristo hemos sido reconciliados, integrados y adoptados. Ya no somos extraños: somos ciudadanos del cielo y miembros de la familia divina. “Así que andemos como hijos de luz, dignos de nuestra nueva ciudadanía en Cristo Jesús.”

