El evangelio de Juan nos muestra en este pasaje una escena de enseñanza y comunión. Jesús sube al monte no por casualidad, sino para apartarse, enseñar y fortalecer la fe de sus discípulos. Cada detalle tiene un propósito espiritual que nos invita a reflexionar sobre nuestra relación con Él.
I. Jesús sube al monte: El llamado a apartarse con Dios Marcos 6:31 “Venid vosotros aparte a un lugar desierto, y descansad un poco.” Jesús buscaba momentos de comunión y reposo en la presencia del Padre. Subir al monte representa elevar el corazón por encima del ruido y las distracciones del mundo. El creyente también debe buscar alturas espirituales donde pueda escuchar la voz de Dios y renovar sus fuerzas.
II. Jesús se sienta: El Maestro dispuesto a enseñar
Mateo 5:1-2 “Y viendo la multitud, subió al monte; y sentándose, vinieron a él sus discípulos. Y abriendo su boca les enseñaba...” Sentarse era la postura del maestro que iba a instruir. Jesús no solo realizaba milagros, también formaba corazones con su palabra. El Señor quiere que nos sentemos a sus pies como María (Lucas 10:39), para aprender y crecer en sabiduría espiritual.
IV. El monte como preludio del milagro: La preparación para ver la gloria de Dios Juan 6:5-6 “Cuando alzó Jesús los ojos, y vio que había venido a él gran multitud, dijo a Felipe: ¿De dónde compraremos pan para que coman éstos?” Antes del milagro de la multiplicación de los panes, Jesús prepara el corazón de sus discípulos. El monte fue el lugar de encuentro, de enseñanza y de fe antes de la manifestación del poder. Todo milagro comienza en el monte de la comunión, donde Dios nos prepara para ver su gloria.
Conclusión
El monte representa el lugar donde Jesús nos invita a subir para encontrarnos con Él. Allí enseña, fortalece y revela su poder. Quien se aparta con Cristo y se sienta a sus pies experimentará su presencia, sabiduría y provisión. Antes de los milagros, Jesús nos llama al monte; antes de las multitudes, desea intimidad con sus discípulos.

