Sean vuestras costumbres sin avaricia, contentos con lo que tenéis ahora; porque él dijo: No te desampararé, ni te dejaré; Hebreos 13:5
1 Timoteo 6:10 “Porque raíz de todos los males es el amor al dinero…”
- La avaricia nace del temor a no tener suficiente.
- El descontento roba la paz y nos hace dudar de la provisión de Dios.
- Cuando el corazón busca más lo material que lo espiritual, pierde el enfoque de la fe.
El creyente debe aprender a confiar en que Dios suplirá cada necesidad, en lugar de vivir en ansiedad por lo que no tiene.
II. El valor del contentamiento cristiano
Filipenses 4:11-12 “He aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación…”
- El contentamiento es una expresión de fe madura.
- No depende de las circunstancias, sino de la confianza en Dios.
- Es reconocer que lo que tenemos hoy es suficiente bajo el cuidado divino.
El contentamiento trae paz, gratitud y gozo, incluso en medio de la escasez.
III. La promesa de la presencia constante de Dios
Josué 1:9 “No temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas.”
- Dios promete estar con nosotros, no solo en los buenos tiempos, sino en todo momento.
- Su presencia es el mayor recurso y seguridad del creyente.
- “No te dejaré” implica una fidelidad inquebrantable de parte de Dios.
Aunque falte lo material, la presencia de Dios es suficiente para sostenernos y guiarnos.
IV. La confianza firme en la fidelidad divina
Lamentaciones 3:22-23 “Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos... nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad.”
- Dios no abandona a los suyos, aun cuando todo parezca incierto.
- La fidelidad de Dios garantiza que sus promesas se cumplirán.
- El creyente puede descansar en la seguridad de que Dios nunca falla.
Cuando recordamos que Dios es fiel, el temor y la ansiedad desaparecen, y la fe se fortalece.
Conclusión:
El creyente no debe vivir dominado por el deseo de tener más, sino por la certeza de que Dios está con él siempre. Su presencia trae provisión, paz y propósito. Aun cuando los recursos terrenales escaseen, el alma puede descansar en la promesa eterna: “No te desampararé, ni te dejaré.” Por eso, la verdadera riqueza del cristiano no está en lo que posee, sino en Aquel que nunca lo abandona.

